El café americano es una bebida derivada del espresso que se diluye con agua caliente, lo que lo convierte en una opción más suave y menos intensa en comparación con el espresso puro. Su origen se remonta a la Segunda Guerra Mundial, cuando los soldados estadounidenses en Europa comenzaron a diluir el espresso italiano, demasiado fuerte para sus gustos, con agua caliente. Esto dio lugar a la creación de esta bebida, cuyo nombre refleja la influencia de los estadounidenses en su preparación y popularidad.
La preparación del café americano es sencilla. Se inicia con un espresso, que luego se diluye con agua caliente en una proporción típica de 1:2 o 1:3, dependiendo de la intensidad deseada. Tradicionalmente, el agua se agrega después del espresso para mantener la textura y los aromas del café, aunque algunos métodos alternativos, como el «long black» australiano, invierten este orden.
Aunque a menudo se confunde con el café filtrado típico de Estados Unidos, el americano mantiene las cualidades aromáticas y el cuerpo del espresso, pero con una intensidad más ligera. Su versatilidad permite adaptarlo a diferentes gustos y tradiciones, haciendo que sea popular en cafeterías de todo el mundo.
El café americano es ideal para quienes buscan disfrutar del sabor del espresso en una presentación más ligera y de mayor volumen. Sin embargo, para lograr un buen resultado, es importante utilizar granos de café de calidad, una molienda adecuada y agua a la temperatura correcta, que debe estar entre 90 y 96 °C.
En resumen, el café americano es una bebida sencilla, pero con historia, que representa la adaptación cultural del café en el contexto global. Su preparación correcta y las variaciones según las preferencias personales lo convierten en un clásico que sigue siendo apreciado en todo el mundo.

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